Santa Prisca
Un día en que el señor de la Borda había salido de Taxco a tramitar la compra de una mina en Guanajuato, la parroquia estaba en construcción quedó a cargo del maestro de obras, del jefe de albañiles y los escultores que tallaban la piedra. De pronto el cielo se llenó de nubes negras y un viento frío empezó a azotar las calles de Taxco, silbando sobre las torres de la parroquia.
En un momento todo quedó en tinieblas y los trabajadores aterrorizados, se acercaba una terrible tormenta. De repente, un estruendoso relámpago dibujó una silueta negra que se abalanzó sobre la parroquia e hizo brillar la cúpula.
Toda la talavera se iluminó con luces desconocidas, dejando ver la leyenda siguiente “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”.
Toda la población que presenció este acontecimiento se puso a rezar, temerosa de que los demonios furiosos destruyeran el templo; de súbito y flotando entre hermosos resplandores apareció sobre el templo una bellísima dama, sonriente y de mirada serena, sujetada entre sus suaves manos a los relámpagos destructores.