Guachimontones
A una hora y media de Guadalajara Jalisco, en el poblado de Teuchitlán se encuentra la zona arqueológoca de Guachimontones. Sus 19 hectáreas comprenden estructuras circulares concéntricas hechas con tierra y arena apisonadas, además de piedras, adobe y cal para los edificios mayores, cuya arquitectura se basa en una pirámide principal integrada por dos niveles diferenciados, divididos por una banqueta superior. Que en realidad era un altar grande.
Diversos niveles concéntricos escalonados, con orientación cardinal e ínter cardinal; un eje vertical que conecta el cielo, la tierra y el inframundo; un bordo circundante que corresponde al horizonte; postes funcionales como reloj de sol o estructuras altas que marcaban las posiciones del sol en el solsticio y el equinoccio y cuatro escalinatas que en una forma connotativa religiosa evocan al viento, el agua, el fuego y la tierra, que daban acceso a los sacerdotes y la clase dominante.
En la planta baja, alrededor de la estructura circular, había una plataforma con una banqueta a la que se conoce como patio y a su alrededor, cuenta con diversos números de plataformas rectangulares donde se asentaban las chozas y de donde el pueblo podía observar mejor los actos religiosos y los de gobierno que se realizaban.
El llamado Círculo II o la Iguana, como se le conoce, es el segundo más grande y el mejor conservado. Su espectacular diámetro alcanza los 115 m. y tiene un perímetro de 360 m. En su caso, está rodeado de 10 plataformas, y tres de ellas se encuentran agrupadas sobre una base común. Otras pirámide más pequeñas, tenían en su cima un poste para la ceremonia de los "voladores", tal como se puede apreciar en diversas piezas de orfebrería local.
El Juego de Pelota. Una de las canchas de juego de pelota está entre los dos círculos más grandes de este sitio. Un tercer círculo más pequeño, se entrelaza con el segundo Conjuntos menores de edificios se pueden ver a la izquierda y derecha, hacia las orillas de la loma. Las zonas de cultivo se agrupan alrededor de la distante orilla del lago, mientras que los pantanos s ocupan el resto de la cuenca.
En diversas partes del núcleo de Teuchitlán, las superficies destinadas al juego de pelota rodeaban los recintos circulares situados en el promontorio y, en ciertos casos, como en el mismo Teuchitlán, constituían una parte integral del tejido arquitectónico en su conjunto. Los terrenos para el juego de pelota en la cosmología de Mesoamérica asumían funciones simbólicas y representaban el camino que seguía el sol en su tránsito nocturno por el mundo subterráneo.
En este sentido, la cosmología mesoamericana de las superficies destinadas al juego de pelota y la de los recintos circulares se complementan una con otra. Los dos equipos personificaban respectivamente las fuerzas de la luz y de la oscuridad que entran en conflicto al alba y durante el crepúsculo. En ocasiones, el juego establecía la expresión de los lazos del individuo con el orden cósmico, y el tiempo sólo podía transcurrir mediante la actividad humana.
El juego de pelota mesoamericano se llevaba a cabo ritualmente para asegurar la continuidad del ciclo, ocaso, muerte, aparición y renacimiento del sol. El juego se relacionaba también con el ciclo agrícola, a su vez basado en la renovación análoga, tanto del sol como del maíz. Se celebraba durante el equinoccio invernal y formaba parte de un programa ceremonial cuyos fines eran la quema de los campos y otras actividades ligadas a la sequía estacional en su apogeo.
Durante el solsticio de verano, los mismos juegos anunciaban la llegada de la estación de lluvias; en el equinoccio de otoño el momento de la cosecha y, por último, en el solsticio de invierno, nuevamente con tierras secas, el inicio del comercio hacia territorios lejanos y los preparativos para la guerra.
Los conjuntos circulares sugieren un acceso restringido y de uso exclusivos para las familias de los gobernantes. Los recintos circulares del occidente son únicos, pero su geometría sigue principios cosmológicos ampliamente comprendidos.
Estos principios, compartidos por todos los pueblos mesoamericanos, son los siguientes: orientación cardinal e ínter cardinal; eje vertical que conecta el cielo, la tierra y el inframundo; bordo circundante que corresponde al horizonte; postes como de reloj de sol o estructuras altas que funcionan como marcadores de las posiciones del sol en el solsticio y el equinoccio.
En el microcosmos arquitectónico circular, los gobernantes teocráticos de Teuchitlán observaron un programa de festivales rituales cíclicos, invocando a los espíritus ancestrales como intermediarios con las fuerzas naturales deidificadas, de las que dependían la cosecha y la vida. La economía, la historia y la religión estaban entremezcladas en esta percepción y uso del paisaje
El sitio, se cree que fue designado para rendir tributo al Dios Ehécatl, que era el dios del viento, una de las deidades principales de la Tradición en Teuchitlán.
Como parte de la zona al pié del volcán Tequila, que también incluye Teuchitlán, formando el área que fue designada, junto con los paisajes agaveros que la rodean, como uno de los sitios que fueron nombrados como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, el 12 de julio de 2006.
Con su complejo sistema de organización social, dejó un legado en su traza urbana; con los vestigios de un pueblo dedicado en gran parte a trabajar la obsidiana, el cobre, el oro, la plata y la malaquita; con su exacto conocimiento astronómico (los 52 escalones de la pirámide principal son un calendario infalible), los Guachimontones son un atractivo más del bello estado de Jalisco, enclavado además en una de sus zonas con mayor encanto paisajístico.